Había desayunado, tenía algo de tiempo antes de comenzar mis obligaciones y decidí meditar un poco. Cerré los ojos. Respiré profundamente. Me relajé.
Imaginé estar en la montaña más alta del mundo, rodeado de paz y silencio. Un paisaje inabarcable diluía mis preocupaciones y aclaraba mi mente.
Al abrir los ojos sentí un poco de frío. Estaba en lo alto del Everest. Me pregunté si para cuando hubiera vuelto a casa alguien habría fregado los platos.
Quizás si me concentraba…


